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Doña Regina, La Mujer de la Papelería

 
Post #1


Doña Regina, La Mujer de la PapeleríaTras mucho y mucho tiempo rondándola, al fin cayeron uno en brazos del otro. Fue algo deseado por ambos pero a lo que la mujer tuvo que poner término, arrepentida por los problemas que en su matrimonio podía darle?La presente historia trata de una relación de amor, seducción, deseo, pasión y vergüenza como cualquier otra que podamos conocer de alguien próximo a nosotros. Doña Regina, nuestra protagonista, era una mujer morena de unos cincuenta y tres años más que bien llevados. Vestía siempre blusas y faldas amplias y holgadas pues toda aquella hermosura de formas lo precisaba. De formas gruesas y anchas caderas junto a un culo de grandes dimensiones, lo que más destacaba en ella eran el par de pechos que dios y la feliz providencia le dieron. Grandes, muy grandes y que le destacaban sobremanera pese a las grandes blusas y jerséis con que los cubría. Con su marido siempre que se encamaban, lo que para la mujer solía ser menos de lo que le hubiera apetecido, entre las manos se los tomaba amasándolos como si en ello le fuera la vida. Sentado en la cama tras ella y mientras le comía la oreja y el cuello, se apoderaba de aquellos globos de carne palpitante acariciándoselos con cariño y de manera deliciosa como parte del juego sexual que llevaban a cabo.Eran aquellos pechos cojonudos y rotundos, una hermosura de la naturaleza en la que sin remedio fijar la mirada si te cruzabas con ella. Una delantera de infarto sí, pero es que no era solo eso sino el conjunto entero de curvas sin fin, a la manera de las modelos en los cuadros de Rubens. Con un hijo ya a sus espaldas, de piel fláccida en muchos de sus puntos y en la que se apreciaba la celulitis sin rubor alguno. Su marido nada decía, comprendiendo en silencio el éxito que su esposa producía en los hombres. Ya desde bien joven, más o menos cuando ella tenía como unos quince años o así lo recordaba la mujer, su cuerpo comenzó a desarrollarse y a destacar mucho por sus senos, en verdad mucho más grandes que los de otras. Para ella esa parte fue difícil con la adolescencia algo avanzada y donde tantos cambios hormonales, de carácter y de todo tipo se dan. Ese período de la vida en que una ni es niña ni es mujer, una nebulosa desconocida en esos años en que una no sabe bien cuál es su sitio ni qué puede esperar exactamente de sí misma.Regina se sentía altamente acomplejada porque sus amigas no eran como ella; más bien era ella la que se sentía la rara y a la que le incomodaban las miradas de los chicos. Pero ya en el instituto llegó el momento en que todo cambió, en que podía sacar provecho a ello triunfando frente a ellos. Pronto supo voltear la situación, aprovechando la ventaja que Dios le había dado. Ya nada la hacía temerosa sino más bien toda una campeona frente a las otras chicas. Y así poco a poco fue tomando conciencia, ganando con ello en seguridad en sí misma. Era aquello algo altamente distintivo en su figura que le daba clara superioridad con las otras. Ciertamente le gustaba eso, saber que los chicos se excitaban e imaginaban un montón de cosas con ella o mejor dicho con sus poderosos atributos. En su fuero interno, le daba morbo que un chico le mirara los pechos con lo que las fantasías corrían a mil por hora en su cabeza. Pensamientos como ese se daban en ella de forma corriente.Sus primeros contactos fueron leves. A un compañero le dejó que se las viera; luego, en otra ocasión, dejó que se las tocara y así poco a poco fue avanzando en eso que a la propia Regina, morbosa como siempre lo ha sido, también la excitaba. En el cole no tuvo relaciones como tales, solo sexo oral y cubanas. Sí tuvo en cambio sexo casual más adelante, en sus tiempos de soltería fantaseando también la joven muchacha con algún conocido pero nada más. Ya con sus primeros novios era todo más maña que amor, ellos se arrastraban para conseguir algo con ella pero a la hora de la verdad anteponían sus verdaderas intenciones. En esos encuentros empezaron a darse las primeras pajas, las primeras mamadas además de aprender el arte de las cubanas.Era doña Regina una mujer felizmente casada e independiente, con un negocio de papelería que ella misma atendía. El día a día de nuestra protagonista era como cualquier otro en nuestras grandes ciudades llenas de coches, tráfico y polución a mansalva. Por las mañanas llevar a su hijo al colegio para, seguidamente y sin tardanza, acudir a abrir el negocio en el que pasaba la mayor parte del día entre las visitas de los clientes, ventas, albaranes y pedidos que atender. Aprovechando algún rato libre que la tienda le dejaba, principalmente por la mañana, salía a hacer ciertos encargos y temas pendientes del día anterior.La papelería consistía en un local de tamaño medio y de alargado mostrador frente a la puerta, en el que la luz de la mañana irrumpía a través de la puerta de entrada y de los dos grandes ventanales que servían de escaparate. Atrás un almacén más que respetable donde guardar el material necesario para una buena temporada, teniendo que echar mano y conversar con los proveedores de tanto en tanto en busca de novedades y material necesario que reponer.Él era uno de sus clientes habituales, en realidad uno de los que más. Osvaldo visitaba de vez en cuando aquella papelería cercana al pequeño despacho que junto a Gabriel, su socio, regentaba. Así iba a la papelería en busca de material para el despacho y le encargaba distintos trabajos que la mujer le tenía preparados de manera puntual como fotocopias, artículos de oficina de diferente tipo tales como bolis, pequeños regalos para los clientes del despacho, folios, encuadernados o cartuchos de tinta para la impresora. Y cómo no, también iba para contemplarla claro, solo por ella ya valía la pena realizar la periódica visita. Y es que había tanto que contemplar en aquella mujer?Paso a paso y sin darse cuenta fueron tomando confianza con cada nueva visita. Intimando más y más en un sentido diferente al habitual de la relación profesional que mantenían. Pasándose él por la papelería con cualquier excusa barata que podía encontrar. A ella eso no le importaba, más bien le agradaba la compañía y el tener un rato de conversación. Pequeñas conversaciones sin importancia las que tenían, todo muy relacionado con los encargos que le iba haciendo pero también llegando a tocar temas más personales alguna que otra vez. De unos 30-35 años, Osvaldo día a día se iba fijando y tomando mayor interés en la mujer. Como la propia doña Regina, que en su fuero interno siempre había tenido la fantasía de estar con alguien fuera del matrimonio. Algo prohibido y clandestino que la ha excitado siempre pero que nunca se ha atrevido a llevar a cabo. Seguramente por su hijo al que tanto quería, menos por su marido aunque también.Osvaldo se encargaba de las compras del despacho, de manera que allí se encontraba de vez en cuando en busca de sus cosas y alegrando la vista con la veterana y despampanante mujer. Todo un mujerón de sonrisa amable y voz aflautada con las que tomar interés en ella. El cortejo fue largo y sentido tanto por parte de la mujer madura como de su joven visitante al que cada vez deseaba más ver. Aquellos pechos tan opulentos y enormes le dejaban sin aliento quitándole el hipo por su tamaño y abundancia. A veces ella le pillaba en falta, al estar el joven a otras cosas o responderle lejos de lo que la conversación trataba.Como tantos otros hombres que se cruzaban con ella, él quedaba embobado y emborrachado con tanta belleza como la mujer presentaba, clavada la mirada en el principio del escote que las blusas mínimamente abiertas mostraban. Al pobre se le caía la baba viéndola tan tremenda y lozana. Ella poco mostraba tímida como lo era, no era de esas a las que les gusta ir provocando por ahí a los hombres. Más bien y recluida en el recinto de su tienda, aquellas muestras hacía tiempo que las tenía ya olvidadas desde los tiempos de noviazgo con su marido y luego pocos años después estando ya casados. Eran aquellas unas mamas de museo, enormes y contra las que la gravedad poco podía oponer. Solo gracias a los amplios sujetadores, doña Regina podía controlarlas con más que evidente dificultad.Aquella tienda desprendía aroma a jazmín y nardos siempre que él la visitaba. Poco a poco y con el paso del tiempo las visitas fueron haciéndose más continuadas y en muchos casos con cualquier excusa tonta para ello. Le gustaba hacerlo, se sentía cómodo en ella y la mujer le atraía sobremanera. Desde luego resultaba el mejor reclamo para hacer las periódicas visitas. Tenía un no sé qué que le agradaba, un puntillo elegante y con clase además de cierto elemento morboso que le atraía aún más. De todos modos, el quedar embobado ante ella y el no lanzarse de manera más descarada que su timidez casi enfermiza le marcaba, hizo que entre ellos nada se diera marchando día a día con el rabo entre las piernas y la mente despejada y abierta imaginando un millón de cosas junto a la madura.Una tarde y tras cerrar la papelería, doña Regina se encontraba en el súper mirando lo que necesitaba comprar para las comidas y cenas de la casa. De una vez solía hacer la compra de la semana, cargándolo todo luego en el maletero del coche. Paseando con el carro entre los pasillos, se dirigió a la zona de las conservas en busca de botes de judías verdes, alcachofas, maíz y guisantes. Luego seguiría con el resto, la lista de la compra era amplia y variada.En un segundo y a su lado se encontró con un joven muchacho, buscando entre los estantes que ella misma miraba. Pero de pronto y para su sorpresa lo que el muchacho, un yogurín apenas pues no pasaría de los diecinueve, hacía más alto que la mujer como lo era, era clavar la mirada bajándola pertinaz sobre sus pechos. Desde su altura, la feliz panorámica que el amplio escote le daba era de las que no se pueden dejar pasar sin clavar los ojos con insistencia. El joven muchacho lo hizo, fijando sus oscuros ojos de manera descarada y pudiendo así vislumbrar toda aquella hermosura que la madura poseía. Mirando y remirándola sin perder detalle, disfrutando el paisaje y corriendo la mirada sobre el inicio del blanco sujetador que guardaba el tremendo par de atributos de la cincuentona. Tratando, finalmente y desvergonzado, de llevarla mucho más allá de donde el hueco del canalillo le permitía.Doña Regina nada dijo al sentirse observada de aquel modo tan obsceno e indisimulado. Lamiéndose el joven los labios y sonriéndola al ver que aceptaba sus miradas. Fascinada por el atrevimiento del chico, no pudo evitar sentirse excitada bajo la falda. Aquella mirada tan profunda y persistente, haciéndose una fotografía en la cabeza con la que luego seguramente masturbarse a su salud hizo que la mujer se sintiera halagada y nerviosa entre las piernas. Unos pocos segundos estuvieron así, observando lo que bajo los pantalones del chico ocurría gracias al espectáculo que sus grandes pechos le ofrecían. Finalmente sin decir nada ni mirar atrás y sintiéndose tontamente sucia por dentro, doña Regina escapó del súper como alma que lleva el diablo. Unas miradas de deseo y furtivas sobre los pechos, ni siquiera habían cruzado palabra entre ellos pero tan solo eso fue suficiente para tenerla en vilo toda la noche.Era ella una mujer bella y hermosa, altamente femenina pese al grosor de formas, una mujer con encanto, clase y estilo o al menos eso era lo que le decían algunos de los hombres con los que se relacionaba gracias al negocio. Ella se sentía halagada por aquellas palabras que a cualquier mujer gustan. Su marido por desgracia ya no se las decía tanto como a ella le hubiera gustado. Siempre estaba con sus cosas y la tenía algo descuidada y abandonada desde hacía un tiempo atrás. Pero la quería, de ello no tenía duda alguna.La presencia del hombre resultó para la mujer el inicio de algo ya olvidado por ella, el sentirse admirada y deseada como hacía tanto y tanto no se sentía. Además debía reconocer que se sentía atraída por aquel hombre un tanto tímido y cortado ante ella.El hombre quedó completamente obnubilado por la mujer. Para alguien como él, separado hacía cuatro años, el encontrar aquella mujer casada resultó fuente de inspiración en todos los sentidos, un soplo de aire fresco con que revivir en la monótona vida que llevaba de casa al trabajo y del trabajo a casa. Por las noches y solo en la cama soñaba con ella, sueños húmedos y ardientes con los dos como protagonistas. Se masturbó muchas y muchas veces pensando en ella, imaginándola entre sus manos, imaginando aquellos grandes pechos que las amplias ropas no le dejaban conocer. Cada vez se veía más inmerso en su pensamiento, rondándole la cabeza a todas horas y con ganas inmensas de volver a visitar la papelería con cualquier excusa.Él la contemplaba a su placer siempre que la veía y creía que doña Regina no se apercibía de ello. Pero claro que le veía, moviéndose por la tienda ligera y aparentemente a sus cosas. Un juego sutil de seducción, provocándole el interés y con el que poco a poco llevarle a su terreno. A ella aquello le gustaba, resultar interesante para Osvaldo, hacía tanto y tanto tiempo que nadie la miraba así. Él la miraba y ella se dejaba observar por aquellos ojos que se la comían con cada examen que le hacía. Una mezcla maligna entre morbo y provocación y que de siempre había formado parte de ella. El cuerpo entero y en especial aquellos pechos centraban por entero la atención del hombre, que luego se masturbaba furiosamente en el despacho o ya de noche en su domicilio. Ella también notaba multitud de cosquillas correrle el cuerpo cada vez que él la visitaba. Y también alguna noche y en la paz y sosiego del dormitorio no había podido evitar hacerse unos dedos pronunciando ronca el nombre del hombre.- Osvaldo, Osvaldo ?qué cachonda la ponía el imaginarse con él a su lado.Una noche y sin esperarlo, se despertó en su cama de matrimonio sofocada y mojada bajo el camisón. Y la razón era Osvaldo y su persona, fantaseando con él e imaginando que el joven se le acercaba y la convencía para dejarse tocar, llevándola luego a algún lugar cercano y fuera de miradas indiscretas. El recuerdo del hombre se le presentaba, repitiéndose una y otra vez en su cabeza. Le costaba el querer reconocerlo y creerlo pero así era. ¡No podía ser, no podía ser aquello! ?la conciencia torturándola una y otra vez. Aquello podía traerle muchos problemas. ¿Y si su marido la pillaba de mad**gada pronunciando el nombre del apuesto joven? Ella una mujer discreta y felizmente casada y con un hijo al que cuidar. Mientras discurría estas cosas con que atormentarse, su marido dormía plácidamente a su lado ajeno por completo a los impuros pensamientos que la turbaban. ¿Por qué a ella le ocurría aquello, por qué a ella?El despertador de noche marcaba la mad**gada avanzada, casi las tres y cuarto pasadas indicaban las finas y rojas líneas que formaban los números sobre el fondo negro del reloj digital. Desde ese momento le costó horrores volver a conciliar el sueño, no paraba de dar vueltas en la cama y tan excitada se encontraba que necesitó levantarse al baño donde en silencio se masturbó furiosamente frente al espejo de baño. Una vez satisfecha y caminando muy despacio sobre las pantuflas para no despertar a su esposo, volvió al lecho matrimonial, no sin antes echar un vistazo al dormitorio de su hijo al que vio respirar suavemente entre las sábanas que le cubrían. Gracias a ello, consiguió al fin dormirse largamente hasta bien avanzada la mañana, dejándola su esposo medio dormida entre el fino edredón al despedirse con un cariñoso beso en la mejilla.Y así se propuso atraerle de forma sutil, moviéndose por la tienda por cualquier motivo tonto, alargando la conversación y la visita y buscando encandilarle la mirada sobre sus redondas formas. Él la miraba y la remiraba, le pegaba unos repasos de arriba abajo que pa qué, dejándola tiritando cuando lo hacía y cada vez de forma menos disimulada. Había tanto que mirar y remirar que inevitablemente otra cosa no podía hacer. Ella se sentía bien culpable por el malsano interés que el hombre le producía, los miedos volvieron a ella torturándola una y otra vez. Sabía que no estaba bien, lo sabía pero nada podía hacer contra el deseo infame que la dominaba. Aquello no estaba bien, no era bueno para ella y debía buscar la forma de que acabara. Pero al tiempo, se moría por las miradas masculinas, por el interés evidente que su persona le llevaba a visitarla de manera cada vez más frecuente.Sin embargo y para su desdicha, un tiempo estuvo sin pasar a verla, alargándose el visitarla en los días. No fueron muchos días, apenas una semana o diez días a lo sumo pero lo suficiente para que se descubriera echando de menos sus visitas y el conversar con el hombre. Doña Regina no sabía bien qué le ocurría pero en realidad así era. En lo más profundo de su ser echaba de menos el verle y no deseaba otra cosa que pasara por la papelería y estar un rato charlando con él de cualquier cosa.No obstante y para su sorpresa el encuentro se dio unos días después pero no en la papelería sino en el súper y casi a la hora del cierre del mismo. El mismo súper donde el joven muchacho le había pegado aquel soberano repaso mes y medio atrás. Osvaldo también había ido a comprar unas cosas para casa. El tener negocios es lo que tiene, que tiene uno que ir a última hora del día para corriendo aprovechar los últimos minutos de horario comercial. Los dos bien lo sabían por experiencia pero extrañamente nunca habían coincidido en dicha tarea. Con el carro lleno hasta bien arriba y mirando ella el apartado de ensaladas y verduras, una voz conocida escuchó detrás. Volviéndose a la voz que la llamaba sonrió vergonzosa al verle, sorprendida ante lo inesperado de su presencia en quien no pensaba para nada en esos momentos. Pero en verdad le encantó el encontrárselo?- Hola doña Regina, ¿qué hace por aquí? ?preguntó jovial tras darle dos amistosos besos en las mejillas.- Ya ve, la compra de la semana. Tengo que aprovechar al salir de la tienda pues el resto del tiempo me es completamente imposible con tanto por hacer.- Entonces igual que yo? venía a por unas pocas cosas para la cena de esta noche ?declaró, la mujer echándole un rápido vistazo a la cesta del hombre.- ¿Le queda mucho por mirar? Si no es m*****ia la acompaño si quiere, veo que va muy cargada? Ya casi es la hora de cerrar y estaba cogiendo las últimas cosas.- ¡Oh no, claro que no. Qué tontería! Así tendremos unos minutos para charlar ?en realidad, y tras la sorpresa inicial, era ahora lo que más deseaba.Así aceptando se dejó acompañar y moviéndose por los pasillos, el joven la acompañó galante en su compra entablando pronto conversación ambos. Conversación corta y nada profunda la que llevaron, cada uno recogiendo lo que necesitaban y acompañándola al coche donde la ayudó a cargar las cosas en el maletero. Preguntando ella por su ausencia, comentó Osvaldo que andaba muy atareado esos últimos días. Al despedirse prometió que pasaría por la papelería por algo de material de oficina que necesitaba, tomándola de los brazos y con dos nuevos besos en las mejillas que la hicieron correr algo desconocido por el cuerpo. Tras verle doblar la esquina y ya con todo en el maletero, pensó que le había gustado el encontrarle en el súper y, con un pequeño halo de tristeza rondándole la cabeza, que le hubiera apetecido que solos los dos y en la discreción que la ciudad daba la hubiera besado por vez primera entregada entre sus brazos. Ya en el coche y de camino a casa se arrepintió por aquella turbia idea, volviendo a ella el recuerdo de su esposo y su hijo.El día siguiente lo pasó haciendo sus ventas y pedidos acostumbrados. Andaba corta de cartuchos de tinta así que llamó al distribuidor para hacerle el pedido. Duro de roer era el tal Matías, difícil siempre el sacarle los mejores precios y el tener el material de manera rápida. Pero le necesitaba, al fin y al cabo era quien mejor material le suministraba de la región. Un mal necesario al que recurrir siempre que tenía que echar mano de él.Al fin el tímido y apuesto Osvaldo cayó, como muchos otros antes frente al poder de la hembra, completamente y de forma inevitable rendido a sus pies. Perdiendo parte de su vergüenza decidió probar fortuna y ver hasta donde la mujer le permitía llegar. Así ese mismo día y durante la mañana recibió un whatsapp de Osvaldo al teléfono, haciéndole un pedido e indicando que pasaría a recogerlo cuando estuviera listo. La confianza entre ambos la había llevado a darle su número particular con lo que le pasaba los pedidos que necesitaba con urgencia. Más tarde se arrepintió y pensó en si debía haberlo hecho, Por la tarde y casi a la hora del cierre, se sobresaltó al verle traspasar el umbral de la entrada.- Hola Osvaldo, ¿cómo va? ¿Qué hace por aquí? ?saludó tratando de mostrarse amable como siempre.- Oh acabé en el despacho y me dije de pasar a verla ahora que cierra.- ¿Y eso?- Bueno ver a una mujer hermosa siempre es una buena razón ?dijo de un tirón sin saber de dónde había sacado las fuerzas para ello.- Qué galante de su parte ?dijo ella sin poder evitar el ruborizarse.- ¿Le sorprende? ?incidió él en la sorpresa que en ella había producido.- Bueno, no no? es solo que estaba a punto de cerrar y marcharme.- Por mí no se preocupe, la acompaño y charlamos mientras cierra ?sin saber muy bien cómo dar razón a su visita.La mujer, aguda como lo era, pensó que aquella visita debía tener algún sentido más allá y que no se trataba simplemente de una visita de cortesía como él le dijera. Las miradas caídas sobre ella y como por descuido le delataban. Aquella tarde ella vestía de la forma común que casi siempre solía hacerlo y a él le pareció preciosa como siempre que la veía le parecía. Una blusa de un rosa apagado con semitrasparencias en las mangas y discreto escote en pico junto a una falda ancha y blanca de piel. Todo ello acompañado por unas sandalias de tacón medio que al hombre le parecieron deliciosas. Simplemente deliciosa le pareció, tan deliciosa y femenina como siempre. Quedando sin palabras frente ella, tuvo que tragar saliva ante el espectáculo que se le ofrecía.Osvaldo por su parte vestía americana gris por encima de la camisa blanca, junto a unos pantalones negros y algo arrugados de todo el día. Los ojos de la madura le observaron atractivo y seductor, tanto que no pudo evitar el clavarle las pestañas con interés y por qué no decirlo con algo de malicia también.Los dos solos y casi la hora de cerrar, la mujer pensó en echar el cierre. Nada la hacía desconfiar de aquel hombre al que conocía como cliente habitual de la tienda como lo era. Así pues y viendo la hora de cierre en su pequeño reloj de pulsera, disculpándose con un carraspeo le dijo que cerraría pudiendo así los dos salir luego por la puerta trasera que daba al edificio contiguo. A él se le iluminaron los ojos ante la pericia de ella, pareciéndole aquella una idea perfecta. La mujer echó el cierre a las persianas de los escaparates, quedando la papelería iluminada con las luces halógenas del techo al perderse la total visibilidad con la calle.Tenía la caja del día ya hecha y el dinero del banco apartado y a buen recaudo, de manera que pensó que serían tan solo unos minutos allí los dos solos. En un primer momento no creyó en la posibilidad de haberse creado ella misma su propia encerrona. Pero al poco empezó a sentirse nerviosa e intranquila, allí sola y en compañía de aquel apuesto joven y con el cierre de la tienda echado. Los dos solos, lo que tanto deseaba pero al tiempo tanto temía se lo encontraba ahora frente a ella. Allí con aquel hombre que tanto le atraía y al que sabía también interesado en su persona. Porque lo sabía bien cierto, esas cosas a las mujeres no se les escapan y pese a su mucha timidez se le veía babear cada vez que la contemplaba con aquellos ojos de cordero degollado.Osvaldo no pudo evitar el bajar la mirada sobre el par de buenas razones que doña Regina tenía. Subiéndola al momento y sabiéndose en falta con la mirada femenina fija en la suya. Él esperaba que quizá la mujer se abriera y le pidiera las cosas que pensaba y no se atrevía a decir o que no decía en su vida diaria. Es sabido que todos nos movemos por tabús o cortapisas que no nos permiten darnos a conocer a los demás y eso era lo que a la madura le pasaba. El silencio llenaba el espacio del local, los dos sin pronunciar palabra pero sabiendo bien lo que querían. Con deseo contenido y un calor sofocante corriéndole a ella el cuerpo al verle andar los pocos metros que les separaban, permitiéndole callada el paso al otro lado del mostrador. Así quedaron uno junto al otro, perdiendo el hombre toda la vergüenza y timidez al acercarla tomándola delicadamente por la cintura.- No no Osvaldo, soy una mujer casada? pare, pare -declaró con voz compungida y falta total de convicción.- Doña Regina? doña Regina, deje que la bese? la deseo, la deseo hace tanto y tanto tiempo?Ella trató de desasirse cada vez con menor convicción. Trató de separarle de su lado pero al tiempo deseaba el torpe roce de aquellas manos por encima de las ropas. Tocándola sin saber muy bien donde, cualquier acercamiento era bueno para el joven. Forcejearon un rato más, él aproximándose presuroso y ella plantándole la mano en la camisa buscando desprenderse de su abrazo entre quejidos entrecortados y cada vez menos convincentes. Unos segundos más de forcejeo, Osvaldo cayendo sobre ella hasta acabar finalmente con las últimas resistencias.Las manos corriéndole enloquecidas por encima de las ropas, se sintió excitada y sin fuerzas para pararle. El hombre igualmente excitado, no dejaba de devorar el cuerpo tan desconocido para él hasta entonces. Balbuceando sonidos en voz baja y sin sentido. Bajando y subiendo las manos a lo largo de la espalda femenina buscando atraerla más, mientras continuaba con sus intentos de hacerse con las ropas. Al fin y con un gruñido, cayó su rostro sobre el par de grandes montañas quedando así rendido por completo a los muchos encantos femeninos.Con palabras débiles ella consiguió calmarle mínimamente. En silencio los dos, la mujer le atrajo comprendiendo el estado casi febril del hombre. Al pobre se le veía tan derrotado y entregado al placer de aquel par de pechos que las ropas a duras penas lograban resguardar. Hipaba medio lloroso ante el tremendo tesoro que a sus ojos se le ofrecía. Enormes, realmente enormes como siempre las había devorado a distancia.- Te deseo, te deseo Regina ?escuchó entre sus pechos la voz vacilante tuteándola por vez primera.Nunca se había atrevido hasta entonces, todo muy formal y profesional entre ellos pero si querían avanzar en el trato, pensó que aquello era necesario para así ganarse la completa confianza de la mujer casada.- Tranquilo, tranquilo ?dijo la mujer llevándole la mano sobre los cabellos al apretarle más a ella.El verse así y con las manos de la mujer atrayéndole sobre el par de opulentos melones hizo que el hombre ganara en seguridad y firmeza. Bajándole las manos a las nalgas por vez primera consiguió arrancar de ella un gemido tembloroso por lo repentino del trato. Regina se sintió gratamente sorprendida por lo osado que el hombre se mostraba, las manos caídas en el trasero apretándoselo suavemente bajo los dedos. Y entonces él le clavó insistente la mirada en el canalillo que el escote mínimamente abierto dejaba ver. Del mismo modo que se lo había hecho aquel joven muchacho en uno de los pasillos del súper. Del mismo modo obsceno y sin falta alguna de tacto por parte del hombre que, ante ella, se mostraba tan prisionero del tremendo pechamen que ella tenía. Igual que entonces, la veterana no pudo evitar sentirse complacida por las miradas al tiempo que excitada bajo la falda. Se supo poderosa y confiada ante el hombre que tan débil a su embrujo se dejaba someter.Apoyándole el joven la mano en el pecho y acariciándoselo con suma delicadeza, amándola sin prisas y de forma exquisita como nunca se lo habían hecho. Luego Osvaldo le bajó la mano a la falda y ella se dejó hacer. Manoseándola por delante y por encima de la piel de la falda. Clavándole las manos en los rotundos muslos y de ahí arriba hasta las no menos rotundas ancas. Al momento una de ellas buscó hacerse con el tremendo seno que el rojo sujetador apenas podía recoger. Aquella abundancia brutal del par de redondeces y que por la abertura de la blusa se dejaba tímidamente ver. Él volvió a clavar la mirada en ellos, contemplándolos embobado y entonces fue como sin saber muy cómo pudo reunir fuerzas para pronunciar aquellas palabras.- ¿Puedo pedirte una cosa? ?la voz temerosa y trémula al tiempo.- Dime, ¿qué es?- ¿Puedo verte las tetas? ¿Puedo chupártelas? ?ciertamente temeroso por ser rechazado.A ella le hizo gracia la forma tan simple en que se lo pidió, muriendo por hacérselo, bajando la mirada sobres sus pechos gruesos y turgentes. El pobre lo estaba pasando realmente mal y ella se apiadó dejándole cumplir su deseo.- Pues claro tonto, son todos tuyos. Chúpalos? -aceptó de buen grado llevándole la cabeza sobre sus ubres escondidas bajo la blusa.El hombre creyó perder el sentido ante tanta hermosura como ella le ofrecía. Los pechos tan cercanos le excitaban sobremanera. Aquellas tetas eran enormes, cualquier hombre caería rendido entre ellas. Deseó comerlas y chuparlas hasta morir. Ella con una seductora caída de ojos, le ayudó soltándose los botones de la blusa para dejar aparecer el par de pechos más rotundos que él jamás viera. Notó la boca reseca y tuvo que tragar saliva en busca de fuerzas para seguir. Con un brillo elocuente en los ojos ahora, echando los tirantes a los lados y bajándose las cazoletas abajo fue ella misma la que se entregó a continuar el juego. Redondas y algo caídas por el peso, Osvaldo se mareaba ante tanta belleza. Ubres de mujer madura y deseosa de caricias. Los pezones oscuros y en calma destacando sobre lo blanco de la fina piel femenina, como oscuras eran las grandes areolas, redondas como galletas maría.Riendo exaltada y cogido por detrás de la cabeza, le llevó contra ella enterrándole entre las mamas. Sorprendido y loco por la sensualidad femenina, el hombre aprovechó para magrearle el trasero enganchado entre las palmas de las manos mientras por arriba comenzaba a chuparle y comerle las tetas, adorándolas, lamiendo y saboreando los pezones que sin mucho tardar notó empitonarse, poniéndose duros y elevados. Eso la ponía, eso la ponía y mucho el que le comieran los senos y sentir una lengua y unos labios amigos maltratándola del modo juguetón en que el hombre ahora lo hacía. Regina gimió complacida pidiéndole seguir, tomado de la cabeza como le tenía.- Eres malo ?murmuró al notar la lengua correrle el canalillo.Con las manos le acarició los pechos, estrujándolos entre los dedos y pellizcándole los pezones lo que la hizo lanzar un grito de aprobación. Luego y apretado hasta ahogarle, el hombre solo profería murmullos sordos, la nariz y los labios precipitados por encima de las mamas gloriosas en busca de aire que respirar. Chupando cuando podía, consiguió engancharle uno de los pezones en uno de los momentos de debilidad que ella tuvo. Así se lo mordió suavemente, cogido entre los dientes y tirando del mismo al escuchar a la mujer aullar levemente. Chupó y tiró cual bebé en busca de leche materna que darle.Volvió a apretarle la cabeza y de nuevo le costó respirar metida la cabeza en el valle que entre los pechos se formaba. Ahogándose entre aquellas moles que la mujer, aviesa, le daba a probar. Él se ahogaba como decimos, mordiéndole suavemente la carne para entretenerse enseguida con los oscuros y sensibles pezones. Escapando a su control, los ojos borrosos del joven cayeron sobre la visión rotunda. Apretándose él los labios hasta humedecerlos y de nuevo a la carga, esta vez sobándole los pechos entre las manos. Sintiéndose más seguro de sí mismo, atrapó los pezones entre los dedos acariciándoselos y regalándole un par de lengüetazos con evidente malicia alrededor de la tierna areola. Ella gritó, escapándole un dulce gemido de asentimiento que pronto se tornó en un bramido de estupor al notar cómo se los pellizcaba con fuerza y descaro. Paró Osvaldo de repente y de momento ahí acabó todo.Pero la mujer no pudo parar, caliente como se encontraba y sin poder aguantar más teniendo que buscarle ansiosa la entrepierna por encima del pantalón. Eso al hombre le tomó de sorpresa, que fuera la propia mujer la que se mostrara tan lanzada y dispuesta a aquello. Regina se sentía cachonda y mojada entre las piernas, cubierta por las bragas y sin desear otra cosa que no fuera el que se las quitara. Al oído y en un susurro bajo se lo pidió?- Quítamelas, quí? tamelas?Así se acariciaban explorándose ávidos por abajo, enredados ambos en el juego de la pasión y tratando Osvaldo de subirle la falda en respuesta clara a lo que ella hacía sobándole a través del pantalón. Poco a poco siguieron con las caricias, excitándose cada vez más y más.- Gime preciosa gime ?exclamó animándola con sus palabras a seguir.- Sí sí, qué cachonda me tienes, qué cachonda ?ronroneaba ella cual gatita mimosa.De ese modo, entregados a las caricias y al cachondeo, pasaron a una nueva fase de ese cálido y agradable encuentro. Ya no podían parar, ni él ni ella y además ni querían ni pensaban en ello tan centrados en el juego amoroso de los sentidos como lo estaban. Osvaldo poniéndole la mano en el hombro la hizo caer a sus pies, mirándose ambos a los ojos y sabiendo la mujer lo que pedía. Era momento de dedicarse al hombre y la verdad es que lo deseaba horrores. Arrodillada y mostrándose falsamente sumisa, le corrió la mano por encima de la camisa arriba y abajo. Él se la cogió para, llevándose a la boca dos de sus dedos lamerlos y chuparlos con fruición. Luego ella y siguiendo el juego morboso, le fue soltando uno a uno los botones de la camisa ayudándola el hombre a quitársela con dos golpes fuertes atrás de las mangas.El torso desnudo quedó a la vista mostrando una barriga cervecera y poco cuidada. Eso a ella poco o nada la importó, lanzándose a lamerle el torso velludo embebida en el calor que el cuerpo masculino desprendía. Resbalando arriba y abajo, llenándolo de besitos y suaves lametones, con las manos clavadas como garfios a la piel sensible dejó caer las uñas arañándole con lascivia al arrancarle un gemido de deleite. Regina se sintió perversa y quiso ser mala con el joven al que tanto deseaba complacer. Subiendo la cara muy muy despacio se dedicó a lamerle y chupar el pezón del hombre, rodeando la tetilla en pequeños círculos y luego la otra recibiendo el mismo tratamiento. Él gemía de placer, sin poder pronunciar palabra y allí de pie disfrutando el calor del aliento femenino a lo largo de su cuerpo. Respirándole ella encima, dándole a sentir el calor de su aliento eso le hacía sentir simplemente en la gloria. ¡Dios, dios no quería que aquel placer acabara nunca!De pie y quedando cara a cara, la mujer sonrió clavándole sus bonitos ojos en una mirada picarona y que sin decir nada tantas cosas decía. Y se besaron por vez primera con lascivia y pasión infinitas, uniendo las bocas en un largo beso con el que irse conociendo poco a poco. Apretados los labios sin darse respiro, la mano de la mujer le corría la espalda mientras las suyas se complacían a lo largo de las duras y prietas nalgas. Pegados el uno al otro y jadeando entrecortados, la mujer pudo notar algo duro y prominente entre las piernas de su amigo. Y pronto quiso saber qué era. De manera que cayendo a sus pies nuevamente, con la misma picardía se entretuvo besando y lamiendo el bulto de la barriga hasta bajar al borde del pantalón en el que quedó parada.- ¿Quieres que lo haga? ?preguntó ladina y con un brillo inconfundible en los ojos.- Ummmmm ?fue lo único que él pudo musitar.- Pídemelo anda ?pasándose la lengua por los labios y con el mismo gesto pícaro en la mirada.- Oh sí sí, hazlo? hazlo? -gritó envuelto en el maremágnum de ideas que el caos de su cabeza era ahora.Regina aún tuvo paciencia para correr la cara por encima del bulto que el pantalón guardaba. Pasando la mejilla y con los ojos entrecerrados, el gesto sumiso pero al tiempo lleno de entrega le hizo quedar tenso y cogido allí donde pudo. Luego ella y volviéndose a la entrepierna, le acercó la boquita para jugar distraída con el terrible volumen provocando en Osvaldo fuertes escalofríos corriéndole todo el cuerpo. Aquello se sentía bien duro y dispuesto a todo.- No seas mala, no seas mala? hazlo ?pidió suplicante al agarrarse a ella cayéndole la mano en el hombro.Al fin y compadecida por el hombre, la madura veterana llevó la mano al cierre del cinturón intentando deshacerse del mismo. Sin embargo no atinaba a ello, siendo Osvaldo quien tuvo que hacerlo soltando con celeridad la hebilla y bajando al momento la cremallera. Una vez hecho fue ella quien, agarrando los lados del pantalón, lo hizo caer a las rodillas junto al pequeño slip. No era aquella una polla enorme de las que por aquí corren, dieciséis o diecisiete pero suficiente para poner a la mujer a cien. Abriendo grandemente sus bonitos ojos se la quedó mirando con un gesto de admiración y deseo. Brillante, elevada y firme entre sus dedos se mostraba. Le excitaba demasiado y ella lo sabía, aprovechándose de ello al comenzar con los dedos a pajearle lentamente arriba y abajo. Resbalando los dedos por encima del tallo grueso y de venas marcadas por la emoción del instante.- ¿Te gusta? ?preguntó Osvaldo en la nebulosa en que se hallaba.- Me encanta ?respondió ella solo al remover la mano lentamente.- Acaríciame las bolas con la mano quieres.La mujer lo hizo, nada había que pudiera negarle de manera que dejando caer el miembro adelante se puso a sopesar las gordos testículos entre los dedos. Notándolos tirantes y cargados, jugueteó con ellos estimulándolos y produciendo en su amante un placer nuevo hasta entonces. Apretándolos suavemente, sabiendo lo delicados que llegaban a ser los masajeó con los dedos por encima. Él solo gemía y murmuraba complacido por tan estupenda caricia como la mujer le hacía sentir. Finalmente se los chupó y lamió, enganchado con firmeza el grueso a****l con la mano.- Saca la lengua? déjame verla ?pidió el hombre sin dejar de gemir.Pronto y tras responder indecente al deseo masculino comenzó a comérsela de manera lenta y muy suave, acercando la boca y sacando la lengüecilla rozándole dulcemente el glande. Rozándolo apenas hasta hacerle rabiar con ello. Golpeándoselo suavemente por encima, para después metérselo en la boca succionando despacio y con gran placer. Gusto interminable el que le daba aquella culebra traviesa resbalándole el hinchado capullo en compañía de la calidez de aquellos tiernos besitos con que hacerle delirar.- ¿Te gusta? Dame polla, dame polla, ummmm ?ahogada con el fuerte empujón que él le dio llenándole la boca.Luego dándole libertad y de nuevo acariciando el glande con pequeños golpes de lengua que le enloquecieron. La boca pegada al grueso a****l y escapando la punta de la lengua hasta alcanzar mínimamente el grueso capuchón. Engullendo ella el glande y al momento abandonándolo como si una corriente eléctrica le llenara el cuerpo con ese simple gesto. Por abajo la curtida hembra se sentía cachonda, masturbándose y rozándose ella misma por debajo de la braga, pasándose los dedos por encima y buscándose su placer de forma muy muy lenta. Metiéndose los dedos y follándose con rapidez y las mejores artes que supo encontrar. La vulva se abría bajo el empuje del par de dedos que la hacían vibrar, mientras el hombre le ofrecía amable el grueso aparato para que lo chupara. Le tenía loquito, enardecida la mujer sabía trabajarle a conciencia, tan olvidados ahora de su turbio pensamiento marido e hijo.Y una vez más adentro, manteniéndoselo grueso y erecto se lo fue comiendo y chupando llena de vicio. Tragando parte del bálano al envolverlo cariñosa entre los labios, llenándole la boca hasta hacerla ahogar. Tan solo producía tímidos murmullos cada vez que le llenaba la boca, chupando con la lengua el tronco por abajo y tragándolo hasta donde la boca le daba. Pasándose mientras la mujer los dedos por encima del clítoris inflamado por el placer y el deseo. Chupando y chupando la polla para sacarla y entregarse a lamerla por encima del tallo, que se veía brillante y con una considerable erección. De ese modo ya le tuvo a punto.Osvaldo carraspeó por el inmenso placer, gruñendo al llevarle la mano a los cabellos acompañando de ese modo el suave tratamiento que la mujer le daba. Adentro y afuera, el miembro palpitaba entre los dedos femeninos que le pajeaban con lentitud y dulzura a todo lo largo. Volviendo a tragar se ahogó con ella, metiéndosela hasta donde la boca le daba que realmente era mucho. Tomándola autoritario de la cabeza y obligándola a tragar hasta el final, él no pudo más que cerrar los ojos al gruñir de manera penosa y excitada.- Cómetela, cómetela preciosa?- Por favor, fóllame las tetas anda? eso me encanta.Sonriéndole traviesa y dueña de él al cambiar de registro, entre las tetas se la tomó curvada y endurecida como la tenía. Echando la cabeza abajo le retuvo el glande al verlo escabullirse por arriba. Lamiéndolo y llenándolo de cariñosos besitos para enseguida escupirle encima. Y así se entretuvo pajeándole adelante y atrás, despacio y algo más rápido, gimiendo ambos por lo muy alterados que se sentían. No sabríamos decir quién de los dos más, si él o ella. Lo que sí podemos decir es que él gimoteaba pidiéndole más y más, abandonado a las caricias que de forma tan lenta y sutil la mujer le regalaba. Le tenía loquito con ese lento balanceo entre los enormes melones que por pechos tenía. Adelante y atrás, jugando entre sus pechos, viéndose escapar levemente por arriba la cabeza hinchada.- Cómemela, cómemela? acaríciala, juega con ella ?acompañando el movimiento con los dedos en las comisuras de los labios viéndola succionar y mamar a buen ritmo.Volviéndola a ahogar al ver cómo se la tragaba hasta hacer tope, los labios gordezuelos pegados al vientre tratando de soportar el terrible intruso. Tras unos segundos a cámara lenta se la sacó lanzando un gruñido al recuperar el aliento que el miembro inflamado le había cortado.Y de nuevo le atrapó entre las tetas, moviéndolas arriba y abajo con las manos por encima para deslizar la piel dejándose ver el glande hinchado. Jamás la hubiera imaginado haciendo aquello pero le encantaba el suave roce que la piel blanca y tersa le producía cada vez que entre ella le desplazaba. Cara de vicio la que la mujer ponía entregada a la tarea, encerrándole entre las tetas y sin dejar de masturbarle.- Sigue cariño, sigue? qué gusto me das.- ¿Te gusta, te gusta cómo lo hago?Los pezones gruesos y oscuros viéndose frente a él, el hombre se sentía en la gloria. Aquel busto era el paraíso dándole el mejor de los placeres que nunca pudo soñar. Envuelto entre el par de mamas enormes el miembro apenas se veía, la cabeza luchando por escapar por arriba para enseguida verse recogida entre aquellas montañas.Cogiéndola de la cabeza la hizo meterla en la boca, enterrada entre sus gordezuelos morritos al rodearla por abajo con la lengua. Follándole la boca, su respiración se hacía cada vez más acelerada. Próximo al orgasmo y empujando Osvaldo la cabeza de la mujer al follarla con golpes secos y rudos que le llenaban la boca. Tragaba como era capaz en busca de poder respirar, las manos en su cabeza y sin dejar de empujarla como loco. Adelante y atrás y sin respiro, trataba ella con la mano de apartarle sin conseguirlo. En un momento paró, dejando que fuera Regina la que le comiera y chupara. Adentro y afuera y moviendo la mano por encima, masturbándole con gran entrega. Mientras, los labios le atrapaban haciendo correr la piel arriba y abajo como acordeón al abrirse y cerrarse. Apartándose la mujer madura los cabellos a un lado para que no m*****aran. Siguió, siguió y siguió cada vez más aprisa, subiendo el ritmo agotador al que le sometía. El joven gemía y suspiraba como un bendito, la mejor mamada que nunca le habían dado.- Sigue, sigue? no pares, no pares.Ella le miraba para enseguida cerrar los ojos continuando con lo que le hacía. Rozándole el recio capuchón con la lengua en diversas ocasiones, la mujer consiguió llevarle ahora sí muy cerca del éxtasis, El hombre respiraba acelerado, temblaba lívido todo él por lo sensible de la caricia. Y mientras le chupaba y comía, la veterana se masturbaba por abajo buscándose su propio placer. Despacio y deprisa, cambiando de ritmo a su gusto y manera haciéndole aullar al notarse las piernas fallarle. Cayéndole la mano, se pudo sujetar en ella y sin avisar se corrió llenándole la boca todo aquel generoso manantial.Con la mano en la nuca no supo Regina lo que se le venía encima. Continuó a lo suyo, succionando sin descanso el grueso músculo mientras la mano autoritaria la obligaba a seguir. La polla hasta el fondo de la boca, enmudeciéndola con su presencia y de pronto todo aquel torrente de líquido amargo y caliente ahogándola con su inesperada irrupción. Tan emocionada se encontraba que no pensó en ello, encontrándose con los temibles trallazos con los que el hombre la llenaba y notándolos correrle el interior de la boca. Con la mano en la nuca apretándola contra él, no pudo zafarse a su control viéndose obligada a aguantar hasta que el hombre quedó quieto y pasmado, gimoteando entrecortado su placer sobre ella. Al fin el empuje de la mano desapareció logrando ella apartarla de la boca.La mujer fue al baño interior a lavarse, quitándose de encima todo aquello con que la había puesto perdida y volviendo limpia como una rosa y dispuesta a seguir. De todos modos, aún pudo saborear parte del líquido cremoso frente al espejo al no dejarlo escapar de entre los labios. Le encantaba su sabor, sentir el sabor amargo del semen sobre la lengua.Abrazados ahora y acariciándose el uno al otro, se notaban calientes y con ganas de más. Regina tenía los ojos medio cerrados y los labios entreabiertos, al respirar fuertemente alterada por el deseo. Se besaron y acariciaron, atrapándole Osvaldo los labios rosados y haciendo callar los cortos gimoteos bajo su boca llevada por la lujuria. Comiéndose las bocas con desenfreno y acariciándose los cuerpos sedientos de nuevos roces y caricias. Los dos de pie junto al mostrador, se besaron apasionados enredando las lenguas y alcanzándole enseguida el hombre el cuello que comenzó a lamer y chupar del mismo modo obsceno que ella había empleado con él. Pasándole la lengua de manera lúbrica hasta llegarle al mentón, haciéndole correr las babas por encima.- Sigue, sigue ?pidió reclamando cada vez más cachonda y con la mirada perdida.Echándole las manos a la parte trasera de los muslos, para subirlas arriba manoseándola por encima de la falda. Ella gimió débilmente, excitada por las manos masculinas que tanto la ponían. Él ganó en intensidad en la caricia intentando meter la mano bajo la falda, levantándola con dificultad y rozándola con los dedos lo que podía. Pero ciertamente costaba.- Quítamela, quítamela.- No puedo, no puedo? ayúdame, por favor ?la voz masculina en completa tensión.La mujer ronroneando mimosa, apoyó las palabras llevando los dedos al lateral para bajar experta la cremallera. Deslizando la prenda abajo y haciendo que toda ella quedara recogida a sus pies. Sacando un pie y luego otro de forma coqueta y así la mujer quedó libre de la m*****a falda. Llevándola contra el mostrador quedó de espaldas a él con el culo ofrecido. Osvaldo se lanzó de nuevo sobre el cuello desnudo, hablándole en un susurro al oído, chupándolo y lamiéndoselo arriba y abajo entre los suspiros complacidos que a la madura le escapaban. El hombre, viendo la ocasión pintiparada, no pudo evitar el magrearla y recorrerla arriba y abajo, devorándola sin descanso con las manos. Acariciándola al fin por encima de la braguita que se notaba húmeda de los flujos y aromas del sexo de la cincuentona.Hablándole al oído con palabras sucias que no hacían otra cosa que enardecerla más. Las manos sobre los pechos se los manoseó a conciencia, apretándolos y emborrachándose de ellos al amasarlos en su tremendo peso. Ella gemía, sollozaba dejándose hacer por esas manos que la volvían loca, el calor del hombre caído sobre su espalda. Calentándola y poniéndola perra con cada una de sus caricias, Ella era receptiva y se dejaba hacer todo lo que el hombre quisiera, acariciándola desvergonzado las nalgas por encima, apretándoselas con los dedos para bajarle las manos luego a los muslos y las rodillas que tomó por detrás. Con facilidad y lentitud extremas la deshizo de las rojas braguitas de fino encaje, lanzando la mujer un suspiro de satisfacción plena.- Ámame, ámame cariño? me tienes muy cachonda, sigue?Por detrás y descontrolado, sintió el cuerpo del hombre vencerla, Echado encima mientras los labios la devoraban, haciéndose ahora con la oreja que lamió produciéndole un escalofrío a lo largo de toda la espina dorsal. Volviendo el rostro a él le animó a que la besara, sucios e indecentes los dos al dejar correr las babas por los labios del otro. Gemían, gruñían entregados al deseo que les consumía, jadeantes por nuevos besos y nuevas caricias que rebajaran levemente tanta tensión como acumulaban.Cayendo vencido al suelo, buscó lamerle la rajilla algo cerrada todavía. Comiéndosela unos segundos, degustándole el conejito y pasando la lengua entre el hueco de las piernas que con las manos le abría. Lamiéndola y jugando por vez primera con el pequeño y sensible botón. Corriendo la lengua y los labios arriba y abajo, pudiendo así jugar con el empapado coñito que devoró bebiendo los cálidos fluidos que en escasa cantidad empezaba a dejar correr. Ella murmuraba y ronroneaba herida, apretándose los labios y pidiéndole seguir. Del mismo modo el estrecho y oscuro agujero anal recibió, como en un descuido, las perversas caricias. Eso la hizo gemir aturdida, removiéndose entre sus manos y dejándose llevar por la locura del hombre que igualmente era la suya. Regina reía produciendo pequeños grititos al tiempo, enardecida y excitada al saber que le tenía allí arrodillado a sus pies.- Chúpame, chúpame? me encanta? ummmmm, eres malo conmigo.Él volvió a la carga, rozándole el coñito y abriéndole los labios hasta dejar la flor rosada a la vista. Empapada, tremendamente mojada y hecha un manantial de jugos. Los bebió de forma golosa disfrutando de ella y de los aromas que su sexo hecho fuego producía. Embriagado por lo ardiente de aquellos aromas, saboreándolos ávido de lo maravillado que la estupenda hembra le tenía. De ahí buscó nuevamente el estrecho agujero lamiéndolo de forma muy inocente, apenas perceptible pero que fue suficiente para que la mujer lanzara un grito confundido de queja.- Por favor, por favor no? te dije que por ahí no? ¿Es que quieres acabar con mi vergüenza? No me lo hagas más difícil por favor? -un lamento toda ella al quedar tensa frente a él.Él comprendió dejando aquello para una mejor ocasión, sin duda demasiado para la mujer casada en aquella su primera cita. No quería estropearlo todo, aquella atmósfera tan fascinante que habían creado por querer correr más de lo debido, pidiéndole seguramente más de lo que ella podía dar. Ya habría tiempo para eso si se daba. Así se centró una vez más en la vulva, haciéndola volver y viendo un coñito peludo y oscuro, rosado y mojado aparecer frente a él al abrírselo la mujer echando los labios a los lados. Hundiéndose en el mismo, comenzó a pasarle la lengua por encima. Húmedos efluvios le recibieron al rozarle la lengua, los labios y la nariz a lo largo de la raja y la mata de pelos. Jadeos entrecortados abandonaban a la madura lamiéndola y apoderándose del clítoris para chuparlo sin descanso hasta conseguir la total derrota por parte de la hembra. Metiéndole el joven los dedos entre los cortos lamentos que ella lanzaba. Follándola de forma lenta y delicada, enterrándolos en la vagina que se ofrecía permitiendo el paso a tan traviesos visitantes.El orgasmo se le presentó rotundo, devorándola por dentro al notarse frágil y cómo todo un torbellino de sensaciones a cual más violenta le corrían entre las piernas, haciéndola gritar y sollozar confundida por un placer tan intenso como el que gozaba. Con la mirada perdida se mordió el labio inferior, allí de pie frente al hombre que tanto la había hecho disfrutar y rabiar. Un gusto completo e infinito que hacía días no la visitaba, días y días como llevaba sin hacerlo con su marido.Tras unos instantes de necesaria recuperación por parte de la madura, al fin se puso Osvaldo en pie pidiéndole que le comiera. Lo hizo con fuerzas renovadas, chupando y succionando el tronco medio inflamado por la excitación. Lamiéndolo y trabajándolo a conciencia hasta conseguir al poco rato el aspecto tan deseado. Duro y en forma se veía, orgulloso y elevado deseoso de un nuevo combate. Y así se lo hizo saber.- Quiero follarte.- Sí, ¿quieres follarme?- Sí sí? déjame follarte, déjame follarte ?la urgencia por penetrarla en las palabras del hombre.Solo desde la escalera cercana podía alguien escuchar lo que allí se daba. Quedaron unidos el uno al otro, su sexo empapado y hacía días no acompañado y el miembro inflamado y brillante llenándola por completo, de manera lenta y centímetro a centímetro hasta el final. Ella pegó un brinco atrás al sentirse amada de aquel modo, empujándola con cierta violencia al pegarla contra el mostrador. Nuevamente el éxtasis le llegó de forma repentina e irrefrenable, a buen seguro tan excitada se encontraba por el vivido momentos antes, que la fuerza del macho al penetrarla la hizo estallar una vez más en un sinfín de lucecillas llenándole la sesera. Gimió complacida y con el hombre pegado a ella sin parar de follarla, tan imbuido en lo suyo estaba que ni se percató del nuevo orgasmo que en la mujer tenía lugar.- ¡Qué tetas tienes joder!- ¡Me vas a partir!- Oh sí ?exclamaba ella una y otra vez.- Joder ?respondía él no pudiendo creer todavía en su suerte.- Oh qué maravilla ?golpeándola el hombre sin darle respiro.- Sigue sigue, me encanta?Con el culo subido recibiéndole complacida, las tetas se le movían descontroladas una y otra vez, arriba y abajo y a los lados con cada uno de los golpes. Adentro y afuera, rápido y lento no dejaba de darle y darle con su ritmo en ocasiones pausado o vehemente y casi brutal en otras.Enlazándola por la cintura como pudo la hizo tumbar en el mostrador. Allí la folló una y otra vez, una y otra vez. Duro y con golpes secos que la hacían gritar y sollozar de puro goce. Adelante y atrás y sin descanso, la hacía gritar hecha un lamento. Con la persiana echada, nadie les m*****aría pudiendo entregarse al placer más intenso que sus cuerpos sudorosos les daban. Las piernas colgándole, la penetró todo y cuanto quiso follándola con fuerza y determinación divinas. ¿Cuánto hacía que no sentía algo así?- ¿Nunca te lo han hecho así?- Oh no, nunca nunca, tú eres el primero ?mintió estirada cuán larga era y recibiendo los continuos empellones con los que el hombre la regalaba.Un paquete de folios y un conjunto de bolis que por encima del mostrador corrían cayeron al suelo con el fuerte golpe que la mujer les dio, loca como se encontraba y sin control de sí misma.- Golpea, golpea con fuerza? oh cariño, qué fogoso eres?Las tetas moviéndosele arriba y abajo y desbocadas con el constante percutir del macho. Poseyéndola con la avaricia del hombre enamorado. Clavándosela entera hasta arrancarle un suspiro ahogado. Su joven amante la follaba con fuerza, algo brusco, tenía que aprovechar la oportunidad que se le daba.- ¿Me quieres montar? ¿Te quieres subir encima?- Sí, un poquito ?la mujer ya completamente dispuesta a todo.Sobre el mostrador y cayéndole encima toda aquella carne fofa y desmesurada, le atrapó ahogado en su peso horrible. Le costó respirar pero al tiempo sacó fuerzas de donde no las había, sujetándola con las manos al tenerla montada a horcajadas y completamente unida a él. Comenzó ella a moverse sobre el hombre, notando el eje clavarse en lo profundo de su ser. Gimoteando herida por el miembro viril que la horadaba cada vez que la mujer le caía desfallecida encima. Una mujer espectacular, un mujerón de bandera a la que tanto hacía que deseaba en silencio. Y ahora la tenía encima, follándose ella misma, moviéndose Regina a ritmo acompasado y disfrutando con locura al remover el vientre en pequeños círculos sobre el del hombre. Eso hacia el placer más intenso, quedando ambos parados y volviendo la cincuentona a moverse ahora muy muy despacio. Las manos del hombre en las caderas y quieto debajo, dejó que fuese ella la que se moviera acompasada y alrededor del miembro erecto y brioso.- Fóllame, fó? llame? te siento, te siento.Elevándose altiva, el joven aprovechó para tomarle las ubres que tan descaradas por el deleite aparecían. Enormes, orgullosas, aquel par de masas ingentes de carne le hicieron conocer luego el paraíso al hundirle la mujer entre ellas. Quedó con el rostro pegado al calor de la piel, asfixiado bajo el poder de la hembra a la que sintió entonces volverle a caer encima.- Chúpalas vamos, eso me pone muy cachonda.Regina le mordía el hombro abrazada con fuerza a él, enmudecidos sus gritos y lamentos al caerle la boca en el brazo mientras con los dedos le arañaba el pecho buscando alivio donde pudiera. Los gemidos de uno y otro se mezclaban, quedando los dos parados con las miradas vidriosas y una sonrisa de felicidad en el rostro de la mujer. Unos besos suaves y delicados que pronto se hicieron perversos y con lengua, las caricias le corrieron el cuerpo abrazada fuertemente a él como la tenía. Muy excitados se encontraban, boqueando en el brazo del hombre tras apartarle él con suavidad los cabellos de la cara.Volvieron a las andadas, necesitados del orgasmo final que les hiciera alcanzar el deleite máximo. Se encontraban cansados tras el largo y agradable rato que compartían. Todo una locura pero bendita locura era aquella. Empezaron a follar, removiéndose la una sobre el otro, cabalgando y cayéndole encima con todo su peso y de nuevo arriba. En lo intenso del coito fueron tomando velocidad y desparpajo, montándole ella a horcajadas y sin dejar de sollozar y gemir. Bufando el hombre, el peso de la madura le clavaba al mostrador cada vez que le caía rotundo y firme. Era todo tan salvaje y brutal?- Ummmm, me voy a correr, me voy a correr ?avisó ella el nuevo placer que la envolvía.- ¿Te gusta? Dime, ¿vas a dejar que me corra encima de ti? ?preguntó considerado.- Sí ?una sonrisa traviesa escapándole al llevarle Osvaldo un dedo a la boca.- ¿Dónde te gusta que me corra?- ¿Dónde te gusta a ti?- Uffff, yo quiero en estas tetas. En tu boquita.- Vale ?tomándole el dedo entre los dientes, mostrándose tan guarra como el hombre nunca la pudo imaginar.Separados y ya en el suelo tras quitarle el preservativo con los dientes, Regina le comió y chupó con la mano por encima del duro miembro. Aquella mirada descompuesta le tenía loco, pajeándole con rapidez entre los gemidos que él lanzaba. Succionando y tirando entre los labios, soltándolo para volver a recogerlo entre ellos. El joven se sentía a punto si la mujer continuaba de aquel modo tan experimentado y excitante al tiempo. La madura se pajeaba con un dedo y otro, metiéndolos y sacándolos. Ella también necesitaba lo suyo. Y finalmente todo acabó entre ellos pidiéndole el hombre que le mostrara las tetas para pajearse con decisión y próximo a una nueva y vibrante eyaculación.- Me corro, oh me corro ?se derramó entero sobre ella, escapándole los goterones para caerle sobre las grandes montañas deseosas del placer masculino.- Fantástico, ha sido fantástico ?declaró el hombre entre suspiros, más que satisfecho por haber hecho suya a la mujer tan deseada.Con el semen cubriéndole los pechos, ella se los removía entre las manos para luego esparcirse los viscosos y blancos goterones por la carne turgente y voluminosa.- ¿Te gustó?- Sí me gustó? me gustó mucho.------------------------------------------------- Sal por la puerta trasera quieres ?unos minutos más tarde y los dos en el suelo, le pidió entrecortada todavía bajo los efectos del ardiente encuentro vivido.Él nada dijo aunque supo que algo iba mal. Simplemente se vistió de forma tan lenta como pudo para acabar inclinándose sobre la madura plantándole un suave beso de despedida.Una vez escuchó la puerta cerrarse, se sintió sucia y depravada, allí en el suelo y mancillada por entero gracias a su total complacencia. ¿Cómo podría mirar ahora a los ojos a su marido y su hijo sin sentirse culpable y corrompida por sus marranadas adúlteras? Lloró, lloró largo rato, gimoteando y sollozando su vergüenza allí echada y sola como mejor forma de expiar su terrible desliz.A partir de ese día, Regina siempre y en cualquier instante imaginaba la entrada del hombre en la papelería. Poco a poco iba convirtiéndose en su pequeña obsesión, cada vez deseándole más y más se sentía por otro lado más y más enganchada a su persona.Sin embargo, dos veces más lo hicieron entregándose la última de ellas sin deseo alguno por él. Follándola y penetrándola cada vez con menor delicadeza por parte del hombre. Debía acabar con aquello cuanto antes. Sabía que para él solo era un juego, que no la amaba y que cada vez lo suyo se iba haciendo más peligroso. Ahora se daba realmente cuenta de lo torpe y desaprensiva que había sido. Mucho y mucho pensó en ello, las noches dan para mucho de manera que enfrentándole directamente uno de los días, le explicó de la mejor manera que pudo encontrar como todo aquello entre ellos debía acabar. Por su marido y sus hijos, por todos ?declaró con convicción a lo que él no tuvo respuesta a dar.Nunca más volvió por la papelería, aunque sí coincidían por el barrio saludándose con un simple hola y adiós y llevando ambos el recuerdo por el otro en silencio. Sabiendo bien ella que seguía deseándola en silencio y que si cualquier cosa le dijera le tendría al momento babeando a sus pies. Pese a ello, imaginó que a buen seguro otra papelería habría encontrado a la que ir a llevar sus encargos?© King Crimson ([email protected])
04-06-2021, at 09:06 PM
Alýntý
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